171 págs.
por Aldana De la Vega
¿Cómo recordaban las sociedades prehistóricas su propio pasado? ¿Qué significaba para ellas habitar un paisaje cargado de memoria? Estos interrogantes guían la propuesta de Richard Bradley en The Past in Prehistoric Societies (2002), una obra que invita a repensar la prehistoria no como un relato fijo, sino como una construcción activa y dinámica de las sociedades del pasado.

Bradley, reconocido arqueólogo británico, plantea una arqueología centrada en cómo las sociedades prehistóricas pensaban y manipulaban su propio pasado. A lo largo de los seis capítulos que integran el libro, argumenta que el pasado no era simplemente recordado, sino activamente producido a través de la práctica social, la construcción de monumentos, la manipulación de objetos antiguos y la inscripción de memorias en el paisaje. Su enfoque cuestiona la narrativa lineal del tiempo y propone una visión de la prehistoria profundamente imbricada en la experiencia simbólica y material del pasado.
La propuesta del autor se sitúa en el marco de la arqueología interpretativa, una corriente que emergió como reacción crítica frente al positivismo de la llamada “Nueva Arqueología” de los años 60 y 70. La arqueología interpretativa —también conocida como arqueología postprocesual— enfatiza el papel del significado, la agencia y la experiencia humana en la producción del registro arqueológico. En el libro que nos ocupa, Bradley lleva esta perspectiva aún más lejos al sugerir que las sociedades prehistóricas no solo actuaban sobre el pasado, sino que lo construían activamente mediante prácticas sociales, paisajísticas y monumentales. Su enfoque privilegia la comprensión simbólica del tiempo y del espacio, subrayando que el pasado era un recurso cultural disponible para ser manipulado, recordado o resignificado según las necesidades del presente.
En el primer capítulo, «Remembering the past», Bradley explora las formas en que las sociedades prehistóricas recordaban el pasado, destacando que la memoria no es pasiva ni neutra. Introduce la idea de que los objetos antiguos, monumentos y paisajes funcionaban como medios activos de memoria. El capítulo examina ejemplos donde se reutilizan estructuras antiguas y se construyen nuevos monumentos en lugares cargados de significado, señalando que estas prácticas eran formas de dar sentido al presente mediante el pasado. Ejemplos como el uso de estructuras megalíticas en el Neolítico europeo ilustran cómo los monumentos podían ser resignificados por generaciones posteriores.
El segundo capítulo, «Making time», investiga las distintas concepciones del tiempo en la prehistoria. Bradley argumenta que el tiempo no era necesariamente lineal, sino que podía ser cíclico, discontinuo o simbólico. Se enfoca en cómo ciertas actividades rituales, objetos o monumentos creaban y marcaban el tiempo. El autor analiza también la importancia de la duración, la repetición y la manipulación de eventos pasados como formas de organización temporal.
En el tercer capítulo, «Building the present», Bradley explora el papel de la arquitectura y la construcción monumental en la producción del presente. Lejos de ser solo testimonios del pasado, los monumentos servían para transformar relaciones sociales y fundar nuevas formas de identidad. El acto de construir se convierte en una afirmación política, ritual o social, que vincula el presente con formas selectivas del pasado. Se destaca la idea de que el presente se edifica literalmente sobre ruinas o trazos antiguos.
El cuarto capítulo, «Landscapes of memory», desarrolla la idea del paisaje como archivo de memoria colectiva. Bradley analiza cómo los paisajes son resignificados a lo largo del tiempo mediante la acumulación de eventos, estructuras y relatos. La ocupación repetida de ciertos lugares, la construcción en sitios antiguos y la relectura ritual del espacio son formas de inscribir la memoria en el territorio. El paisaje no es un fondo neutral, sino un texto vivo que se reescribe constantemente.
En el quinto capítulo, «Reusing the past», se aborda la reutilización deliberada del pasado material. La reocupación de tumbas, la imitación de objetos antiguos o la intervención en estructuras preexistentes se presentan como estrategias para negociar con el pasado. Bradley señala que estas acciones no necesariamente buscan continuidad, sino reinterpretación y selección. El pasado es un recurso al que se vuelve con fines ideológicos, identitarios o rituales.
Finalmente, el libro culmina con una reflexión sobre la evolución de la arqueología y la influencia de figuras como Sir Richard Colt Hoare en la comprensión del pasado. Bradley destaca que el estudio de la prehistoria no solo trata sobre lo que ocurrió, sino sobre cómo las sociedades han manipulado su pasado para construir narrativas sobre sí mismas. Reafirma la necesidad de una arqueología que estudie cómo se produce el pasado, no solo lo que ocurrió. Propone, además, una metodología arqueológica atenta a las lógicas de memoria, selección y materialidad. En este sentido, invita a reconsiderar los modos en que interpretamos sitios arqueológicos, destacando las huellas de las memorias activas y las decisiones culturales implicadas en la conservación o destrucción del pasado.
En definitiva, The Past in Prehistoric Societies plantea una arqueología profundamente sensible a los modos en que las sociedades del pasado construyeron sus memorias, resignificaron espacios y manipularon objetos para producir sentido en el presente. La propuesta de Richard Bradley interpela los enfoques lineales y acumulativos del tiempo y reubica el pasado como una dimensión activa, simbólica y material en la vida social.
Su lectura, sin embargo, abre interrogantes fundamentales al ser pensada desde otras coordenadas geográficas y epistemológicas. En particular, el desafío de pensar estos marcos teóricos desde América Latina implica tensionar ciertas categorías universales que emergen desde contextos específicos —principalmente europeos— y pueden invisibilizar otras formas de relación con el pasado. La memoria indígena, la ocupación ancestral del territorio, la colonización y la persistencia de saberes subalternos ofrecen claves distintas para entender cómo las comunidades inscriben sentido en el paisaje, cómo recuerdan y cómo olvidan. Pensar el pasado como algo en disputa, no solo en términos simbólicos sino también políticos, exige una arqueología crítica que dialogue con las memorias vivas, las narrativas orales y las experiencias territoriales de nuestros propios contextos.


